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La secretaria ultimada (Penjamo, Gto)



Nos encontramos en la bella y productiva hacienda de la calle, propiedad del señor Carlos Marcazuza, allá por el año de 1907. Dicha hacienda, en lo que corresponde a su casco, fue una arquitectura asombrosamente elaborada, de tabique cocido y dispuesto de un modo entrelazado en sus grandes muros de modo que se prescindio de castillos y cadenas, que entonces poco se conocían. Junto a la casa del administrador se encontraba la tienda de raya, donde semanalmente recibian su pago con mercancia los jornaleros agricolas que trabajaban ahi. La encargada del buen funcionamiento de dicha tienda era una joven secretaria que se desempeñaba de modo muy eficiente, siempre al pendiente que no faltara maiz, piloncillo, leña, sal, frijol, chiles, etc., que era, a menudo, con lo que se realizaba la paga, en lugar de dinero.

No falto quien alimentara resentimientos hacia la secretaria, por los reducidos productos y alimentos con que esta les paga a cambio de extenuantes jornadas de trabajo de hasta 15 horas diarias, bajo un sol quemante, pero ella no hacia sino recibir ordenes del administrador de la hacienda.

La oficina de la empleada se encontraba en la parte superior de la tienda, durante el atardecer ella acostumbraba ver el espectaculo natural desde la tranquilidad de su ventana. Pero un fatidico dia, ella dejo su libreta de contabilidad sobre su escritorio y se levanto de su silla para acercarse a la ventana, como lo hacia diariamente, antes del crepusculo, cuando sorpresivamente fue alcanzada por una bala asesina. La empleada todavia se llevo las manos a la cabeza, donde habia sido herida y se desvanecio lentamente, agarrandose de la pared y deslizando sus manos sobre esta. Alguien desde fuera le disparo con gran saña y huyo metiendose a los matorrales para no ser visto.

Al dia siguiente, mientras la mujer era sepultada, el administrador de la hacienda mando lavar y pintar la pared manchada de sangre, pero misteriosamente, a los pocos dias esta volvio a aperecer. Nuevamente se lavo y se pinto el muro y el hecho insolito se repitio. Como si aquella joven mujer quisiera dejar testimonio perpetuo de su alevoso y cobarde crimen.

Se cansaron de pintar el muro y la mancha de sangre siempre reaparecia.  Para el año de 1943 la hacienda como tal, ya no existia, y en lo que fue la tienda de raya y su oficina vivia el señor Jesus Arroyo Rico y su familia, quienes en numerosas ocaciones vieron el espectro de una mujer silenciosa que se paseaba en la habitacion y se paraba junto a la ventana, precisamente, donde antes habia estado la oficina, donde fue asesinada aquella secretaria. Las misteriosas apariciones se hicieron frecuentes y la mancha de sangre en la parede persistia. En esa habitacion dormian los hijos del citado señor Jesus Arroyo, quienes dormían con verdadero panico, hasta que finalmente se decidio tumbar ese cuarto donde acontencian estos eventos sobrenaturales de una figura fantasmal y una mancha de sangre que nunca desaparecio.

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